jueves, 25 de diciembre de 2014

COTIDIANOS


Perforar lo improbable
lo inamovible en la vieja señal que no conozco.

Puede ser.

Haber una gota de agua que abrirá su caparazón en el jorobado desierto.

Y sentir como un rumor de libélulas impostoras alrededor de las voces hurgan
la terrible soledad de la noche.

Pero voy con toda la lentitud donde se embriaga el amor en los rincones
mas oscuros de los crepúsculos.

En la poesía de la lluvia cuando asesina el asfalto y el funerario silencio
en el tiempo del desamor.

Horas perdidas ante tu encanto.

La perla despojada encalla en la hondura de tu bahía.

Habito en tu rompiente orgasmo.

La bestia sondea tu cintura emancipada por veredas erráticas que descubre
un instante fugaz agujereando plenamente mis heridas.

Habitamos el tiempo.

Habitamos el espacio.

Cada nota surca el gemido inquieto del relámpago ardiendo a dos labios platinados
de besos.

Besos.

Besos.

Besos.

Y el eco de las bocas con siete maravillas incandescentes.

Lo que fue un día sin el rumbo que no esperamos.

En los días.

En las noches.

Los escombros cotidianos con su olor inmundo tembloroso en la desolación ajena del laberinto existencial.

Un monótono sonido del lejano viento vuelve a llover tu nombre triturado en mi
donde se deshila poco a poco la pared de la memoria.

Pero es desde luego su bronco trajinar de sombras soñar con cada madrugada
en el puntual tributo del abismo.

De rostros inventados.

La pagina invadida de letras extrañas que mereció la muerte en el vientre del deseo.

El llanto condensado a la jaula de los ojos que no deja de reír su morboso acto de dolor.

Ahora digo.

Esta invasión que aun aguarda mi locura vuelve al verso de tinta tensa.

Y desde lejos.

Puedo escribir con la lava del latido se queman nuestros absurdos y soleados
propósitos.

JUAN MAURICIO OCHOA GALLEGO

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