lunes, 29 de diciembre de 2014
APOCALIPSIS RIDÍCULO.
“Toda gesta,
a partir de su jubilación,
deviene ridícula.”
Mis palabras son lamentos
cuando busco esa verdad…,
verdad de vagas conversaciones,
de penosos trabalenguas,
que se enmiendan descarados
entre sueños,
pesadillas,
llantos descarnados,
comentarios tenues
que no conviven con vidas,
que no conviven con la eterna decisión
de ser estorbos
en medio de medio mundo,
en medio de media realidad,
en medio de medias perspectivas,
que siempre han descartado
olvidarse de ese tiempo necesario
para dejar de ser ridículos…
“La mayor de las tragedias,
contada en una borrachera,
produce hilaridad.”
Tus palabras se perdieron hace tiempo,
envueltas en esa búsqueda sentida,
del deseo de servir de alguna cosa
que no sea entretener
a inapetentes de la vida;
que no sean utilizadas
para descalificar verdades
que nunca estuvieron
suficientemente claras,
para desarrollar pensamientos
que puedan ser compartidos
universalmente…
No me libraré de escuchar tus palabras,
si éstas no son dichas
con rencores incisivos,
maleducados,
malintencionados y preñados
de patéticos misterios,
que nunca, nadie, quiso desvelar…
“Los recuerdos son mentiras,
cuando el tiempo,
ha hecho su efecto.”
Sus palabras produjeron
el efecto deseado
y deambularon,
eternamente extraviadas,
entre los cadáveres
de todas las palabras,
rodeada de esos verbos que,
por siempre,
quedaron por decir…
El silencio se apoderó del mundo
el día del juicio final…,
ése que no fuera nunca juicio
y tampoco tuviera, nunca,
un final.
Aquellas palabras
de aquel conocido semblante,
destronaron a todos los reyes,
a todos los caciques,
a los dictadores,
a todos los que vendieron almas
a precio de saldo
y a los que compraron corazones
que desterraran las miserias
que habían producido
vendiendo estómagos.
El mundo tiene que acabar…,
el mundo tiene que acabar…,
el mundo,
de una puta vez,
tiene que acabar
con todos nosotros…
Julio G del Río
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