Desde el Balcón de Pilatos
embreado de macetas y ceniza,
asomaban sombras,
quemando su ausencia,
perdiendo la mirada a lo lejos.
Desde el mirador adormecido,
podías sembrar la tierra de sangre azul,
inventar mil y una noches,
imaginar que hay amores eternos,
perdidos,
recobrados
que son la sal
y la sed de los días
y de los sueños.
Podías soplar en las fauces del diablo,
ser el héroe de cristal incorruptible,
en el Balcón de Pilatos
cual mirador eterno.
Y saber que desde allí,
las naves del silencio
estaban arribando a su destino.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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