jueves, 27 de noviembre de 2014
DÓMINE
(La balada del esclavo)
Nunca me rebelé,
nunca me pregunté quién eras,
me cercioré de ser tuyo
y tuyo fui...
… Y sufrí tus golpes
y tus cuidados, siempre
condicionado por mi servidumbre,
siempre amparado en tu crueldad
y en tus blandas manos...
Renové mi condición
a cada mirada,
en cada recuerdo,
por cada momento de servidumbre,
de ser un objeto en propiedad.
¡Dómine!
Ampárame ahora,
en el momento desdichado
de mi lucha final,
en el valor de mis monedas,
que ya no son tuyas,
en la ecuación
de estar contigo
ó contra ti...
¡Dómine!
Que no me encuentren tus huestes
llorando,
ni atado al poste del castigo,
ni vencido,
por un destino,
que sólo tú,
has decidido.
Dame mi libertad,
Dómine,
que es la tuya...
Dame la paz,
la triste paz del esclavo,
Dómine,
para que,
como hombre libre,
pueda servirte
hasta la muerte...
Julio García del Río
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