Arropado por un manto de zarigüellas,
acoplado a un abrigo de pellejos de avestruz,
abrazado a un traje de armadillos,
escondido tras un velo de mariposas vírgenes,
amanecido en los brazos de un nido de alacranes,
acogotado por los pespuntes de un vestido de medusas,
disimulado tras el hálito de mil rinocerontes,
aplacado por el resquemor de un quebrantahuesos,
agostado por la hierática risa de un puñado de orcas asesinas,
abatido por el desprecio de una cría de hiena,
somnoliento por el beso de la huesuda,
triste en un laberinto de sueños rotos,
así me siento cada vez que el orgullo
pisotea mis entrañas.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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