sábado, 25 de octubre de 2014

AVERGONZADO


¿Sabe una cosa usted que a lo mejor me lee
en una larga tarde de domingo sin nada
o en algún otro hueco semejante?
Me da tanta vergüenza ensuciar con versitos
esta hoja impoluta (mentira, apenas si se trata
de una vulgar y servicial servilletita)
y en especial porque murmuro
unas palabras llanas sin metafísica legibles
carenciadas de notas o aparato erudito
sin un despliegue intertextual muy pobretonas.
Y no le cuento, amigo lectorcito amodorrado,
si pienso que en lugar de ganar a toda costa
de apostar de transar de aplastar con denuedo
pierdo mi tiempo así alumbro frases sueltas
la culpa que me da saber el alfabeto
pasear por el lenguaje gratuita suficiencia.
Al menos debería hipotecar tal perversión
en lujuriosos avisos masticables
que un músico por horas, alquilado,
supiera a la sazón sonorizar
para el sagaz público medio (¿o ya
electrocutado del todo y aún consume?).
Me sonrojo realmente, no se extrañe,
cuando sopeso una por una las palabras
las pongo boca arriba en el platillo
me detengo a escucharles viejos ecos
como si fueran rumorosos caracoles.
Es un oficio antiguo, otrora respetable,
pero que ha ido cayendo en el descrédito
en sonrisitas de burla rápidos codazos
una especie de vicio solitario
que hoy practican tan sólo idiotas de la casa.
Por eso acepto caminar hasta el patio
desolado sentarme en un banquito lánguido
esperar que repartan esa sopa mugrienta
que se supone mata los huevos empollados
de todas las metáforas.

Del libro “Entre sobrevivientes y amores difíciles” de EDUARDO ROMANO -Argentina-
Seleccionado por Rolando Revgliatti

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