Mi corazón era como una pisada
en el suelo de la luna,
olía a ropa tendida
y los músculos de mi cara reían.
Por dentro, una tempestad destrozaba mis venas y arterias,
la piel se me resquebrajaba,
sus chasquidos rebotaban en la cara oculta de la luna.
La escarcha, a dentelladas
era una apisonadora de sombra
para mi corazón cuarteado.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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