El reflejo de la luna sobre el mar es como un halo de gajos de naranja entre pinceladas de lágrimas añiles.
Desde mis entrañas puedo ver la cara oculta de la luna, huele a polvo de ladrillo y tiene el color del misterio.
A veces la luna cabe en un agujero en la arena y a veces es la mochila de un escolar.
Escucho el crepitar de la luna creciente que con giro de persianas se hace luz a la deriva y decora la distancia con los contornos de una moneda inmensa.
La luna se mece lenta y sigilosa, perezosa y florecida y sus aplausos silenciosos son laberintos al girar en la alta noche.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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