jueves, 25 de septiembre de 2014
CARATULAS DE JUVENTUD 2ª PARTE
(…) He logrado escabullirme de una manera más que discreta, creo que mis amigas están bebiendo demasiado. Miro el cielo, la contaminación lumínica apenas me deja ver alguna estrella. Vuelvo mi vista hacia la ventana de Óscar, uno de esos chicos especiales y diferentes a quien todo el mundo rehuye. Me sorprende ver la luz encendida. Por un instante se asoma fugazmente y sus hermosos ojos verdes se clavan sobre los míos. Llevo mucho tiempo fijándome en ellos, tiene un atractivo que nadie sabe apreciar, bueno, yo si… en la distancia. Normalmente él también me observa desde la distancia, pero en este momento tiene una expresión de decepción que me parte el alma. Tengo que animarme, es mi cumple!!! Unos brazos me rodean desde atrás. Me sobresalto. Uno de los babosos a los que nos hemos unido, se toma esa libertad. Me suelto de manera inmediata. Es increíble que con el frío que hace vaya en manga corta, con una camiseta que más bien parece una capa más de su piel de lo ceñida que lo lleva. Me mira extrañado. Me agarra del brazo de manera un poco violenta y miro asustada a los lados. Vuelvo a soltarme, pero antes el aprovecha para susurrarme asquerosamente en el oído: “¿No ves la suerte que tienes de que esta noche te haya escogido a ti?”. Eso confirma mis sospechas, es absolutamente imbécil. Entro de nuevo en la oscura sala, no veo a mis amigas. Empiezo a desesperarme mientras todos los tipejos que pasan por mi lado aprovechan el gentío para tocarme todo lo que pueden. Qué asco y cobardía. Se aproxima la una de la madrugada, hora tope impuesta por mi madre para llegar a casa, cosa que por cierto estoy deseando. Siempre imaginé que salir por la noche me haría sentir especial, pero no solo no me ha impresionado, sino que me ha dado una idea de que es lo que se cuece por aquí, y la verdad es que no me gusta nada. Cansada de buscar me pongo a andar a solas por las casi desiertas calles, cruzándome con algunos jóvenes que me han metido miedo en el cuerpo. Llego a medio camino, he de pasar bajo un puente para tomar el camino correcto hacia mi casa. Está bien iluminado, pero parece de una inmensidad tétrica a mis ojos. En cuanto entro, escucho unas pisadas tras de mí. Tengo tanto miedo que voy a echarme a llorar de un momento a otro. Una mano coge la mía. Un grito sale de mi garganta, el mayor que haya dado nunca. (…)
ANNA LAFONT
Seleccionado por Martín Molina García
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