En su abrazo animal, los viejos árboles
nos amparan discretos.
Con el lento coraje del domado
el liquen recupera las rendijas,
las raíces abultan el cemento,
se abre paso la savia
en la yerta corteza de adoquines.
Su esperanza es la nuestra:
resistir respetando: desplazar
con mimo cada estorbo.
Como niños vagantes, a su sombra,
aprendemos que todo lo que vive
necesita otras vidas y las nutre.
Del libro Lumbres y vislumbres de Juan Antonio Bermúdez
Publicado en Rick´s Café
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