sábado, 28 de junio de 2014
LOS SECRETOS DE DEUROMO
Deuromo Sacrio al fin después de varios días había capturado a Elículas, su creación. Un ser de vida eterna, un hombre de cristal. El pueblo, a las afueras del castillo elevando antorchas y armas improvisadas demandaba la sangre de ambos. El hombre de cristal, en posición fetal tendido sobre
el calabozo irradiaba toda clase de secuencias clandestinas a la verdad, los oscuros secretos absorbidos de las gentes del pueblo. Elículas no merecía vivir, nadie podía enfrentar al pueblo entero. Cada cual tenía que conocer sus verdades y mentiras de manera natural. ¿Con que objeto Deuromo había creado un ser que robara los secretos de las personas? Elículas lo que veía lo retenía pero sin conciencia de maldad. Todos conservamos secretos que los demás no verán jamás. ¿Que hay si las personas pudieran ver tus secretos? El hombre de cristal tras no ser visto y andarse con prudencia por las noches para no romperse, lo padecía. Deuromo con su alquimia lo había conseguido. Crear un ser que fuera capaz de semejante cosa. Se escuchó un estruendo. La urbe estaba entrando.
Sabiendo los secretos del prójimo, revelándolos de la manera mas subrepticia y artera, destruirás vidas y los que plena culpa sientan se presentaran ante ti que ya no tendrás la necesidad de utilizarme.− dijo Elículas y agrego.- ¿De energía y poder se trata? Pero Elículas mediante su mismo sustento fue dotándose de sensibilidad y razón hasta al fin descubrir su propio secreto, los tantos otros de su creador, incluyendo los del mismísimo Dios. –Lo cree para impartir justicia. − explico Deuromo a la multitud instalada en su castillo. −¡Sin secretos hay dominio! ¿Dónde lo escondes?- dijo un padre de familia que encabezaba la marabunta, sosteniendo un adoquín y blandiendo una antorcha.
− Estamos matándonos por nuestras traiciones. Elículas tras escucharlo todo, desmembrado, tras colarse por las rejas, empapado por sus extrañas hemorragias, que no eran más que las lágrimas de los presentes, se paró en una pierna y enseño su pecho proyectando los secretos de Deuromo. Cuatro horas después los dos fueron dilapidados.
Sebastián Ariel Fontanarrosa (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 125
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