Una mesa de oficina llena de papeles huele a mojado y despiste,
reposa pegada a una pared abarrotada de ideas, dibujos pegados y frases escritas,
salidas de mentes afinadas por la codicia de ideas extrañas.
Alguien se sienta en una silla cercana a la mesa,
no sabe que está al borde del abismo.
Lo prohibido en la punta de la lengua,
no sabe que el miedo le corroe,
el miedo que es un escalón insalvable.
Los papeles que abarrotan la mesa,
la crueldad,
el desconocido vacío
dictarán sentencia.
Unos míseros papeles pueden convertirlo de gentecilla en gente,
o en gentuza,
el insondable abismo,
los papeles de encima de una mesa cualquiera.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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