lunes, 26 de mayo de 2014
VARSOVIA
El enemigo preparó el ariete
y subió la rampa
por la cual, sin gloria,
sus hordas oscuras
masacraban naciones
en las horas más oscuras
de la historia.
Pero, esta vez, lo aguardaba
la memoria.
La locomotora
esperaba humeante
y la nieve blanca en el andén
se derretía.
Eleazar estuvo allí, también.
Aquel día.
Cuando los carros
con vómito de fuego
la frágil muralla derritieron,
como de cera,
de una Babel con mil idiomas
pero una sola bandera.
Eleazar estuvo allí, también.
En la pelea.
Y cuando las hordas entraron
no hubo mujeres que violar,
ni un solo niño encontraron
ni hombres heridos
que rematar.
Tampoco a Eleazar.
La locomotora esperaba fría
que se llenara el tren,
mientras la nieve roja en el andén
se derretía.
Entonces, de las hordas oscuras
el sol del ocaso
brilló sobre las vías.
Eleazar estuvo allí, también.
Aquel día.
Pablo Dreyfus
Publicado en Suplemento de Archivos del Sur
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