lunes, 21 de abril de 2014
LIBRO DIGITAL
Por más que me empeñe no consigo pasar por el aro con eso de las nuevas tecnologías.
Mientras parece que el LIBRO DIGITAL es una realidad inmediata, muchas voces, agoreras o interesadas -según de qué garganta escapen- se alzan para presagiar la muerte del LIBRO TRADICIONAL.
Cuando escucho estas profecías me estremezco; no puedo evitarlo, siento como si se tratase del fin del mundo... Y, aún a riesgo de pecar de exagerada, me aventuro a afirmar que, cuanto menos, supone el final del mundo tal y como lo conocemos hoy.
Resulta extraño imaginar cómo podría ser, por ejemplo, una FERIA DEL LIBRO en un futuro no demasiado lejano: montones de máquinas apiladas las unas sobre las otras y, detrás de cada fila, un práctico cartelito donde se detallen el precio, la cantidad de obras que es capaz de contener cada cacharro, los idiomas en que están disponibles y, cómo no, si se trata o no de un aparato recargable.
Para atender el stand habrá un siempre dispuesto y eficiente robot, perfectamente atildado para la ocasión, quien, con voz mecánica pero muy formal, nos informará- de carrerilla y sin equivocarse ni siquiera en una coma- sobre las prestaciones posibles según las marcas.
Si queremos llevarnos el invento a casa nos veremos obligados a introducir una tarjeta de crédito en la ranura que por boca tendrá el diligente empleado quien, con idéntica amabilidad, procederá a retirar en el acto de nuestra cuenta bancaria la módica cantidad por la que se despachará tan moderno prodigio de la tecnología.
Después de esto, sólo nos quedará conjurar un hechizo para que, una vez que lleguemos a casa dispuestos a emprender la aventura de la LECTURA, el resto de la familia se haya convertido también, por arte de birlibirloque, en un grupo de obedientes androides tanto o más silenciosos que el vendedor que nos atendió en la feria del libro digital.
María Rosario Naranjo Fernández -Sevilla-
Publicado en la revistas Aldaba 17
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