No tomarás el 219 en Pinto y Pedraza
—ya ni ese número es—,
sólo tu entonces puede hacerlo.
Es un colectivo invisible y lunático:
dobla por Freire,
se aleja hacia Monroe,
cruza el angosto puente,
baja por Superí hacia Los Incas,
y más no sé,
en un recorrido imposible,
a contramano por las mismas calles,
cuarenta años ayer.
De tarde en tarde,
un fantasma sesentista, nostálgico, asciende a él
en un viaje a sí mismo,
hasta un antes perdido en el tiempo,
llamado juventud.
Del libro Cielo de Coghlan de
RUBÉN DERLIS
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