Coloco mi cuerpo en la ventana
si pudiera roer alguno de mis huesos
para reconocer el animal
que me habita.
Miro a la calle
busco en el calzado de tanta gente
las poliomelíticas pisadas
que me arrojaron a este encierro.
El paso de la muchedumbre
es inconveniente
sus rostros se confunden
con jirones de odio.
Sacudo mis pestañas
y un bosquejo de sombras
tiembla sobre postes y ladrillos.
Quisiera desprender de un parque
el andar de unos niños que lloran
y correr hacia tumultos
hacia bullicios
que hace mucho no me abruman.
Es tan gangoso el sonar de la tarde
tartamudean ramas de un árbol
que se inclina ante la lluvia.
Empiezo a cansarme de los ruidos
que se alían con toda el agua
de mi cuerpo
cada líquido tiene su cauce y su causa.
El día insiste en ser extraño
como escalera molestada
por un golpe impertinente de zapatos
como el destrozo
que queda en una red
después de un asalto de gaviotas.
La misma ventana sostiene mis brazos
en una casa lejos un abrazo se deforma
y se forman alrededor de mis ojos
los trazos decadentes del paisaje.
Hortensia Carrasco -México-
Publicado en la revista Periódico de Poesía 63
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