¡Cuánto sufrí y qué solo! Ni un amigo,
ni una mano leal que se tendiera
para estrechar la mía... ni siquiera
el placer de crearme un enemigo.
En mi terrible soledad, testigo
de mi angustiosa vida, compañera
fue una pobre mujer, una cualquiera
que hambre, pena y amor partió conmigo.
Y hoy que mi triunfo asegurado se halla,
tú, amigo por el éxito ganado
me dices que la arroje de mi lado
que una mujer así denigra... ¡calla!
con ella he padecido y he gozado:
¡el triunfo no autoriza a ser canalla!
Joaquín Dicenta, España (1862-1917)
Publicado en la revista Carta Lírica
No hay comentarios:
Publicar un comentario