Hueco cielo profundo,
¿te quedaste sin fondo relumbrante?
¿A quién cediste tu honda resonancia?
¿A este viejo castaño lapidado
por niños invisibles o verdugos?
¿A este viejo castaño
cuyas hojas descienden y se alzan
en posición de ola
sobre el barranco?
La noche alzó su lengua lamedora
hacia las crespas piedras.
Podría haberse oído el ruido del arroyo,
pero el arroyo solo discurría
como filo de viento en nuestra mente.
¿Acaso el pensamiento del castaño
trascendía la sed,
inventándose el agua inexistente
como arroyo de sueño
en nuestra mente seca?
Las piedras retumbaron
en el hondo barranco.
¿Lo que se oyó fue el cielo?
¿Su carcajada?
¿O fuiste tú, castaño?
Del libro Páginas trasladadas de LUCÍA ROSA GONZÁLEZ -Santa Cruz de Tenerife-
Publicado en la revista Palabras Diversas
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