martes, 31 de diciembre de 2013
¿SIGUE HABIENDO COMO ANTES UN COMPROMISO SOCIAL DEL ESCRITOR?
Quien solamente se preocupa por el desarrollo y perfeccionamiento constante de su obra literaria, de su logro artístico o científico en general, a expensas de una conciencia social y, por tanto, de una sostenida o esporádica preocupación por los males del mundo y las injusticias de la sociedad, cercena una dimensión importante de su experiencia humana y –con su apatía o temor a las consecuencias al no manifestar sus opiniones– anula de raíz su posibilidad de contribuir a que esa misma sociedad a la cual pertenece tome conciencia de sus problemas y se organice para superarlos.
Para bien o para mal –en mi opinión, para mal— el mundo del escritor actual se centra exclusivamente en los espacios y tiempos de su obra literaria, haciendo a un lado los juicios de valor que proceden del análisis documentado del acontecer sociopolítico que, a su vez, proviene de la sensibilidad social que todo artista o intelectual debe tener. Aunque no se esté involucrado en política partidista, quiérase que no siempre se posee una visión de mundo; y antes que escritor se es ciudadano de un país en el que se tiene raíces y, por consiguiente, identidad. En el que ocurren dislates públicos o solapados que a todos nos afectan y que deben rechazarse con firmeza.
Por eso, fingir demencia ante los sucesos que malbaratan el desarrollo de la sociedad mediante las cotidianas triquiñuelas del oportunismo, que proviene del uso exagerado del poder, y que sin duda representa en la práctica un irrespeto a la inteligencia de la población y a los derechos de los gobernados, es impropio de quienes pretenden crear obras que, por su calidad estética y humana, perduren en el tiempo. Y es que no son tiempos de permanecer agazapados en una torre de marfil, viendo los toros desde la barrera; o simplemente prefiriendo no verlos en absoluto.
Y sin embargo, esto es justamente lo que de forma generalizada y, a mi juicio, lamentable, ocurre en Panamá. Pocos son los intelectuales, y casi nulos los escritores nacionales, que escriben artículos de opinión en los que reflexionen sobre patrones de conducta actual que se dan desde el poder, poniéndolos en su justa perspectiva. La perspectiva, claro está, de quien observa, evalúa y critica ejerciendo a plenitud su libertad de expresión. De eso se trata. Y si de ello resulta un debate con quienes no están de acuerdo, mucho mejor. El caso es que, justamente, como en la política misma, se rehúye a rajatabla la posibilidad siquiera del debate; lo cual no es sano.
Por supuesto, tal actitud resulta de una de varias razones de ser. La primera es una absoluta indiferencia. “Lo mío, seguramente diría la mayoría, si se le preguntara a tales escritores, es crear novelas, poemas, cuentos u obras de teatro de calidad, en los que puede o no filtrarse la realidad social y sus consecuencias. Y con eso cumplo más que suficiente”. Así, su trabajo no es comportarse como analista social ni como político de oposición escribiendo efímeros artículos de opinión en los medios. Ni siquiera a título de ciudadano preocupado por el actual rumbo desquiciado del país.
Otra razón es menos abierta, aceptada sólo en la intimidad: “¿Qué caso tiene poner en riesgo estabilidad laboral, además de tranquilidad familiar y personal, emitiendo juicios de valor severos, cuando ni se me está exigiendo ni hacerlo va a poner verdadero remedio a nada? A duras penas tengo lectores”, dirán algunos, en un país en el que la mediocridad de muchos de éstos muestra su bajo perfil intelectual leyendo best-sellers y manuales de autoayuda. Tales artículos, piensan, no van a influir sobre nadie que no sea quien ya conoce la situación real del país y nada hace por ponerle remedio mediante el disenso. “Mejor déjenme tranquilo con mis personajes, tramas largamente planeadas, atmósferas meticulosamente descritas y desenlaces que, con mucho esfuerzo, logro que cuajen; y si soy poeta, con la manera en que los cuidadosamente trabajados versos articulan emociones mediante metáforas y convocan sentimientos en los pocos lectores”, piensan.
Por años he escrito literatura fantástica, erótica y metaficción, que algunos consideraran géneros de evasión; sin serlo. Pero igual hago a la par literatura realista, periodismo cultural y artículos de opinión como éste. Es una responsabilidad que la vida me ha inculcado, a la que no pienso renunciar.
ENRIQUE JARAMILLO LEVI -Panamá-
Publicado en Revista Intelectual Latinoamericana
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