lunes, 30 de diciembre de 2013
RONDA
Mientras hacía su ronda por aquel sector del cielo, el ángel pasó junto a la estación orbital y vio a un demonio que estaba allí merodeando, tratando a todas luces de entrar. Sin pensárselo dos veces cayó sobre él. El demonio, que tenía una veintena de ojos, también un par en la nuca, se revolvió y le escupió
en los ojos azules un limo verdinegro.
Aunque menor, el demonio se defendía bien, y mordía, arañaba, pateaba sin descanso. Todo un día y una noche estuvieron luchando sin parar, y sólo se separaron para dejar pasar a un técnico que había salido de la estación a hacer un trabajo de reparación en el exterior.
Por fin, al alba, el ángel se soltó y hundió la espada de luz en el hinchado vientre del demonio, que murió proyectando un interminable flujo de vísceras y materia fecal. Luego un río de sangre corrió por el cielo: la roja estela del ángel malherido. No sobrevivió al mediodía.
Desde luego en la estación nadie se enteró.
Ricardo Cortés Pape (España)
Publicado en la revista digital Minatura 124
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