Me pareció entender que decías que tenías
el culo gordo
o feo,
o grande,
o algo así.
Qué dices, me dije.
Es una locura que puedas ni siquiera pensar eso, me dije.
Tus curvas, tu culo, tu cintura, tus hombros, tu espalda,
son una locura
de sensualidad,
de femineidad
de deseo.
Pero lo decías en serio.
Tus dudas se te escapaban
como alfilerazos de angustia.
Y podría estar hablando
de tu sonrisa,
de tus ojos,
de tus mohínes erotizantes,
de toda tu,
pero también de tu culo.
También de tu culo.
de tu excelso,
de tu egregio,
de tu sublime culo.
Tenía que decirlo.
Palabra de hombre.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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