Aquella noche
la embriaguez adormecía
buscando el espacio suficiente
sosegar la imaginación
ya que muy pronto se encontraría
con aquel
a quien le había entregado la vida.
Dominantes e imponentes
dos almas
que se atraían y se repelían
por el temor
al no subsistir
al inmenso amor.
Todo pende de un hilo
tanto y tampoco
en el destino
la duda golpea
el titubeo lastima.
Sandra Méndez -Guatemala-
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