Despojados de las esperanzas,
sin ser dueños de sus propios sueños
ante avergonzadas cucharas,
con urgencias llevadas
por el viento del infortunio,
tensa y desdentada la nostalgia,
sin ruidos ni sermones,
padeciendo víboras tajantes
con médulas de silencios,
con sigilo de migraciones,
viven en la yerma latitud de la desdicha,
y en la huérfana longitud de la deshonra,
sin atenuantes los colmillos impiadosos
y las duras coordenadas del olvido.
A las turbas agraviadas,
la sociedad, ofrece soledades e intolerancias
repletas de abandonos compulsivos.
Ellos, a contrafuria, padecen la piel del desamparo
y la infamia de las codicias rastreras.
La complicidad, del ciudadano, mira a otro lado
cuando siente gemidos moribundos o quimeras.
Ausencia de piedad sobre los cuerpos,
seca ya la angustia que habitaba la pulpa de su alma,
solo le produce espanto
los rastros de la muerte.
La sociedad, en un lento exterminio,
levanta murallas de secretos
y un sinfín de sintestigos de la infamia
para ocultar los espinosos latrocinios,
que impuso la sociedad
en sus dominios.
Pedro Jesús Cortés Zafra -Málaga-
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