Desde que me acomodé en la intransferible butaca
de la primera fila donde me espera
la hoja de la guadaña de la necesaria amiga,
me voy azuzando con la idea de lo amable
y satisfactorio que puede llegar a ser
sentir mi vida pese a su brevedad,
hacerme ver que la muerte
concreta y absoluta no es un mal
si no por forzosa es enriquecida
por cada nueva víctima,
en verdad mi ansiedad va menguando
pero presiento que el cortejo fúnebre
me pillará con las bodegas colmadas de presentes
y si una cruel enfermedad no lo evita,
en la esperada vejez
aún ausente repleta de asombro y vida.
Y llegado ese momento donde culmina
la acción benefactora de la sublime
hacedora y convierta en pasado mi presencia
caudalosa en memoria de nostalgias e ilusiones.
¿Dónde quedará ubicado el soporte
de mis miedos, angustias y esperanzas?
¿en qué estadio luminoso o ausente
reposará por siempre la delicada
etérea y humana carga de mis alforjas?
ésa que mostrará de forma indeleble
la calidad de mis acciones pasadas
preparadas para la decisión sublime.
¿Qué avatares acompañarán
la marcha de mis rastros?
Víctima de lo perecedero y lo irremediable.
¿ Qué luz atracará mis nostalgias?
Del libro La incierta superficie de FRANCISCO MUÑOZ SOLER
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