Herido de muerte fui a Cádiz
deambulaba por sus calles
derramando amargura y dolor
De pronto recibí tu llamada
y pude escuchar tu dulce voz
Negro estaba el cielo
al oírte dejó de llover
sentí mi alma renacer
y se fueron las nubes
al ver cuánto te quiero
Tenía que ser en Cádiz
imposible en otra ciudad
donde una llamada sola
transmitiera la felicidad
¡Ay Cádiz, Cádiz! Amor.
Nos encandilaste a los dos
por la felicidad que me diste
Ay, Cádiz, ¡cuánto te debo yo!
JUAN PAN GARCÍA
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