viernes, 25 de octubre de 2013

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Por un lado morirse, sí. Eso no se cuestiona. (Por otro, uno no se muere nada; sufre como un caballo; gesticula contra la sombra, topándose; busca alguna amiga —de esas que quedaron en amigas no se sabe por qué— como para contraponerse con la sombra —sombra, fantasma, fantasmón— de la verdadera —¿verdadera?— detentadora de los piolines —sí, piolines— unidos a los cuales uno...) Por otro lado, urdir tácticas ofensivas —contraofensivas, pero que no parezcan— de esas para las que somos tan lisamente idóneos cuando no nos dejamos interesar por la persona que —persona, no mujer con la que uno.

Del libro El ombligo oblongo de ROLANDO REVAGLIATTI -Argentina-

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