¿Qué pudo decir
cuando cerró los ojos
y vio el miedo pintado de incertidumbre
en el tiempo que gastaba
coloreando sus prestigios amistosos
para sentirse observado?
¿Qué pudo decir él
tan enorme
enfundado en su abrigo de piel vuelta?
Apenas nada.
Una turbación momentánea
que fumigó con la rabia de su auto
saliendo el primero en el semáforo.
Sin embargo
personalmente
confundió su espejo retrovisor
con una lejanía inasequible.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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