Sus apellidos nuevos: “Gómez Martín”, nada tenían que ver con su nombre o sus rasgos. Cuando llegó no sabía dónde venía ni por cuanto tiempo, pero los abrazos, besos y promesas que la abrumaron al llegar la hicieron sentir que había encontrado su sitio.
Las prisas por borrar su pasado, y el ansia por convertirla en esa hija tanto tiempo deseada, enseguida difuminaron la magia inicial y fueron alimentando las heridas que arrastraba en el alma.
Hoy acompañada del fracaso, la tristeza y la incomprensión, regresa a su país sintiéndose mercancía que primero se prueba, y después se devuelve.
MIGUEL MOLINA
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