La guerra inminente de las olas es incomparable.
Cada una es diferente.
El sonido de la contienda nos lleva a la eternidad.
Pelean con las rocas, terminan en la arena derrumbada.
Llegan, se silencian por segundos, regresan,
hacen lo mismo una y otra vez,
pero cada pelea es diferente,
en cada una hay un nombre y una imagen,
en cada una hay un hombre y un sonido,
en cada ola existe la muerte de por medio,
en cada grito está Dios desesperado por la nada,
está desvanecido, triste, derrotado,
recuerda en medio del mar, la cruz peligrosa
que le costó la vida, recuerda a su padre
invisible y débil.
En cada pelea las olas le ríen a la muerte,
La confrontan, le huyen y la nombran.
La guerra destruye, provoca llanto sobre la piel desnuda.
La guerra marina es como un éxtasis infinito dentro de la perpetuidad.
La guerra azul alumbrada por la luna es peligrosa.
El mar de noche es negro, lastima, tiene ojos quemados que penetran,
nos despojan de la palabra amenazadora, silenciosa,
nos arrancan las ropas, los recuerdos,
nos quitan los dolores inmersos en la carne llena de sangre.
La luna llena clava la piel igual que la sal.
Dicen que el olvido llega pronto en medio de la guerra litoral.
Dicen también que el sonido de las olas
hacen que los amores desventurados se evaporen,
dicen, de igual modo,
que las palabras dichas
en medio de la arena caliente son eternas.
La guerra costera se ha quedado con muchos hombres,
éstos se han ahogado en medio del sonido,
en medio de la orquesta náutica, dirigida por Dios,
se han quedado en medio de violines, de flautas y de pianos,
se han dejado llevar por operetas alemanas escritas por Shubert,
por Wagner, por Nietzche,
se fueron en medio de choros de Chopin,
se cortaron las venas por adagios españoles.
La orquesta navegante endulza el oído de sirenas,
se embelesan en medio del añil marino y se entregan
dándolo todo en el gran acto del amor.
Medusa se observa en medio del bélico combate
y se convierte en pez, no en roca,
jamás en roca, sino en pez, en delfín, en tortuga,
nada ahora por su vida, tranquila en medio de las olas,
sabiendo que éstas la protegen aunque esté dentro de la cruzada.
Ulises navega temeroso por el mediterráneo,
entra en combate al ritmo de la música,
se yergue seguro de su fortaleza,
cadáveres se acercan a la embarcación y lo atemorizan.
Ulises sabe que el cielo le cuida y la luna lo cubre,
sabe también, que las constelaciones le señalan el camino
y que las sirenas enamoradas le cantarán al oído mil notas protectoras.
Los mortales seguimos en medio de la guerra,
temiendo siempre nuestra muerte,
muerte planeada,
muerte dicha,
muerte escrita,
muerte conmovida por la música
que trae el viento marino,
verde azuloso y marino
Guerra eterna,
milenaria,
seductora,
sonora,
siempre guerra.
Danzan las ballenas y cantan las mantarrayas
delicadas y peligrosas.
La muerte se convierte en una nota en do menor.
Entro delicadamente a la guerra,
entro desnuda, mis tatuajes se evaporan,
entro musicalmente, sonoramente.
Mi muerte se convierte en una voz soprano,
en una pieza hecha de mil notas, es una orquesta,
un bélico canto lleno de olas.
Dios sólo observa su creación y mi fin.
Somos ahora una evocación tan sólo.
Hemos sido derrotados.
JESSICA PIEDRA -México-
Publicado en el blog misspietre
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