El blanco y el negro
Blanco. No encuentro el hilo negro para tejer un dibujo sobre este blanco perenne que algunos días me mata. ¿Es el tiempo o mi propio cuerpo que no pide sino reposo continuo, acostumbrado a una época de calor y despropósito?
¡Ay! Me he pinchado con el dedal que son estas teclas insensibles que me miran con ojos secos. Consigo deshilachar el carrete poco a poco e ir tejiendo alguna idea que manche el albo fulgor que me asalta. ¿Dónde estoy? Tal vez ando todavía enfrascado en batallas de agua o escondido en pueriles burbujas de jabón.
Busco. El dedal se confunde con el carrete, y el hilo negro se va insertando lenta, pero inmisericordemente, en el tejido inasible que me encuentro casi todas las mañanas. Sensaciones, fulgores, vacíos y grifos que se intentan abrir de nuevo. Parezco hoy una esfinge, lo sé, e ignoro si habrá algún Edipo que descifre lo que quizá sea un acertijo sin solución.
El blanco ya no es tan blanco llegados a este punto. Suspiro.
Publicado por Francisco J. Segovia en 10:25
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