el aire viajero de los mares,
raudo y frío se desplazo
de los nevados y páramos
enredando nuestros cuerpos
en presiones de volcanes ardientes;
lava roja de besos desmesurados,
sobre manos de princesa, montes de Venus;
piel, cabellera, madera y arcilla.
Bailamos, bebimos placeres de vientos húmedos,
hicimos de brisas tempestades
lujuria desenfrenada que azoto de dicha y de placer
la proa de nuestra nave, que libre coqueteaba
sobre las olas de cantos de sirenas.
Mudamos nuestras pieles, de vientos sabaneros,
a destierros confinados, escalamos sobre tornados
tesoros de caricias enamoradas,
para soplar con ternura alientos de pasión
florecidos en aleteos de libélulas.
En medio de borrascas salvajes
la vanidad orgullosa y persuasiva,
infinita en tiempo y espacio
surgió con dudas de miedo
disipando discusiones de terror
a la voluntad divina del amor…
entonces los huracanes selváticos
llenos de maranduas, pregonaron tratados de vencedores
en pergaminos de brisas de amarga miel
llevándose deleites imaginados de recompensas invisibles
cuyas aventuras titánicas doblaron las raíces desconsoladas
de nuestro amor.
Viento… viento devuelve el tiempo,
con aromas de canela y de guayaba,
abríguenos con toques mágicos
para moldear en terracotas nuestros corazones.
y puedan danzar en las filarmónicas de los riscos de los andes
emigrando sin parar a todos los rincones del mundo
maquillados de luceros y frutos estelares
y evaporados se eleven al cosmos
en busca de amantes indomables,
llenos de amor… y no de miedos.
Álvaro Álvarez Rojas (Aprendiz de Poeta)
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