Tan pequeña, y efímera, y amarga,
y de tan dilatada consecuencia.
Vives de la alegría, de la ausencia,
de la congoja, que por ti se alarga.
Siempre a punto. Si el tiempo me aletarga
cerebro o sentimiento, tu presencia
rompe los moldes de la somnolencia,
y sobre mi apatía se descarga.
En espontaneidad, sin anunciarte,
sueles venir, aunque también el arte
facilita a menudo tu llegada.
Mas ya superficial, o dolorosa,
tu brillo, tu rodar, son poderosa
daga que hiere al alma enamorada.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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