La muchacha asomada a su ventana,
melancólica, mira a lejanía.
Piensa en su amado que en barco velero
boga por los caminos sinuosos del mar.
El crepúsculo va adormeciendo la tarde.
El mar se vuelve enigmático, irreal
y en un susurro le habla a la noche
de una paz enterrada en la guerra
y de un halo de libertad.
La muchacha suspira y el viento
Se vuelve gaviota
y raudo vuela buscando ese velero.
¡Oh muchacha, cándida flor!
era una noche estrellada,
playa, arena, Cupido, amor.
El alféizar de tu ventana es tu altar de rezo,
tu esperanza, tu última opción.
Y volverá la muchacha a su ventana
y quizás el viento, de nuevo gaviota,
en su pico traiga un mensaje
hecho de algas saladas, de brisa marina,
de dicha y amor.
ROSA ORDÓÑEZ -Estepona-
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