Ese hombre no es viejo
pero va a morir.
Mirando atrás
sueña que suda en ese médano
en el que puede hundirse
y arrojarse
como de chico lo hacía
como siempre lo ha hecho.
Pero sabe ahora que el arenal se va.
Aunque quisiera gritar
para huir de la ola
sigue prisionera
de la espuma
de esos niños azules que corren sin verlo.
Partirá
antes de hora
blanco entre la sal
que escupen los ahogados
como si fuese
la sal
su última palabra.
Habría podido seguir
de no haber aprendido tanto.
A veces
es mejor no saber nada.
Y no oír el rugido de Dios.
Del libro Loba de mar de María Casiraghi
Publicado en el blog agnesyelnomeolvides
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