Veo a las golondrinas volar sobre los cielos de la ciudad. En la lejanía las campanas de una vieja iglesia suenan marcando una tempranera hora. Se oye al viento besar las paredes de las casas, y las calles aún no han sido tomadas por los caballos de hierro. Es domingo.
Despierto del todo, miro el paisaje que me rodea, aspiro colores a través de los dedos de mis iris, y casi siento latir mi propio corazón.
Lo opuesto a la muerte no es la vida sino el sentimiento.
Francisco J. Segovia -Granada-
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