Donde se llenaba la tierra de sapos
después de la lluvia
las ojotas se pegaban al barro
como una sopapa.
Pero podías patinar
entre los antedichos sapos para
aterrizar sobre los cardos.
Ahí escuchamos los latidos de nuestro corazón
amplificados. El tuyo próximo y agitado.
El mío, más hondo y lento. Amplitudes.
Un hombre joven estaba suspendido a unos centímetros del piso.
Nos encontrábamos en un collage de tejidos, de manchas luminosas,
como estampadas por el reflejo de las piedras.
Cuarzos de todos los tamaños, concentrados de prehistoria
con luz cristalizada.
Tu sueño
al abrigo del azar.
Las lenguas son formas de guardar los secretos.
La emoción, el sueño y el miedo.
Algo familiar pero no demasiado familiar.
Una cabeza de mujer al ras del suelo
mirando hacia adelante y el cuerpo por zambullirse
en el suelo –como un avión, un insecto.
Ahora voy a estar con mi hijo.
Pero el estoy aquí va desapareciendo.
Los sentimientos, el suelo de uno, los sentimientos
del otro.
Dos manos se tocan con fondo de partituras enormes, planisferios.
MAPA
Ahora que respirás profundo cuando vas a tocar,
descubrís que la semilla
se alcanza creciendo.
Nos estamos viendo
crecer.
Los movimientos se repiten
con una cadencia cambiante, suspensiva.
Como la esperanza de la desesperanza, como
la respiración, profunda y agitada.
El amor es continuo:
un reggae, dos, infinitos en círculo.
En el pasaje de la fortuna,
vas a estar a la altura del chico que fuiste.
Roxana Páez -Argentina-
Publicado en el blog lospoetasnovanalcielo
No hay comentarios:
Publicar un comentario