viernes, 5 de julio de 2013

SEDUCCIÓN

El cuadro cuelga de la pared que está
junto a la cabecera de la cama.
Dentro del cuadro se ven relámpagos,
lluvia, un río embravecido, un puente
roto que dos muchachos asustados
intentan cruzar. Y un ángel detrás de
ellos. Con sus alas desplegadas, su
túnica impecable, su majestad.
La niña está sola en el cuarto. Los
truenos no la dejan dormir, tapa su
cabeza con la almohada. El ruido del
aguacero continúa, el silbido del viento
en los árboles y el rugido lejano del
arroyo que cobra vigor.
Tiritando se levanta. La tormenta
arrecia, un rayo ilumina la habitación,
encegueciéndola. Parpadea varias veces
y cuando sus ojos se habitúan a la
oscuridad observa la lámina: por más
que intente no logra verlos, los
muchachos del cuadro no están.
Está el ángel. En la penumbra del
cuarto su belleza resplandece.
La niña lo mira arrobada. Quisiera
pararse a su lado, conversar, que le
ofrezca algo, cualquier cosa, y tener la
oportunidad de aceptar.
—Es tan hermoso, le entregaría hasta
el alma.
El ángel escucha ese pensamiento,
sonríe satisfecho.
La noche recién comienza.

Patricia Nasello (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 124

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