miércoles, 3 de julio de 2013

ESQUEMA DE UN PAISAJE

Cruzo un desierto, sus páramos
y crepúsculos de infinitos sueños.
Miro alrededor y no tengo respuestas.
De todo lo que amo trazo un esbozo,
paraísos del alma,
estaciones sembradas de auroras y jardines.
En mi cuerpo están las huellas del alba,
su voz y una cantata sombría
por donde vaga la muerte
invitando a su fantasma.
Hoy tengo el espesor mudo del mar
y un largo llanto, los ojos vacíos
un vuelo de pájaro y un largo lamento.
Escribo el dolor sin nombre.
Abandono toda promesa
y bailan sobre un hilo
los cristales de las ausencias.
Nadie lo sabe pero en mi tristeza,
envuelta entre tus brazos, brota una flor.

Una gacela en pleamar
Me sentía una gacela en pleamar
brotando en el fuego de tus manos.
antílope y lira,
preludio de una buena canción.

Me sentí gacela, saltando, en pleamar
cuando pude dibujar la ausencia presentida,
los párpados soñando átomos abiertos
y una danza marina con los dioses del Parnaso
sentados a nuestra mesa.

Dibujé una parábola en el vientre.
Loca, lánguida, soñadora,
entrelazada al viento del norte
que llegaba anunciando el crepúsculo.

Temblaba el horizonte.
Su mirada era como un salto
de poniente agarrando el vacío.
Y me sentía gacela en pleamar,
alegre y ligera; enlazada y perseguida;
fugada y alcanzada en todos sus tiempos.

Huida de nada.
Oda a la mirada
Nace del amor la mirada profunda, se reconoce su caminar de pétalo abierto,
las formas que resurgen en las pupilas cristalinas
de la mujer que vive, del hombre que ama,
del mundo que gira viviendo a su manera
en la ávida belleza de los vientos del norte.

Nace tu belleza grandiosa en la plenitud del amanecer, sin tiempo,
rompiendo los hechizos de tus ojos de odalisca
tendidos en la telaraña de mirada y voz,
de un paisaje imprevisto en la comisura de tu labio.

Como los otros, caminas sonámbula
en las palabras vacías de una noche de invierno
y en tus manos quedó una bandada de pájaros,
un trozo de papel, un vuelo
y el espejo del tiempo abriendo tu boca de seda.
Descubres la desnudez del sueño, el goce,
y todo se confunde, mirada, en el viaje,
el verdadero viaje de tres colores, de luna blanca,
escritos sobre el cielo de París.

En tu ocaso empujamos vertiginosamente tu huella,
tu temblor cae sobre la vida, cae tu mirada y se la lleva.
Viva. Viva y desvelada. De todos y de nadie
Se me ocurrió…
Mirar desde el ángulo de tus ojos
el abismo del viento pasajero
y sus dedos ávidos
hilando el destino consumado.

Emerge el trazo de la espera
sobre el asfalto mojado,
se muere la indiferencia y el aburrimiento.
Observo a la derecha y a la izquierda.
Cientos de rostros buscan el cielo.
Una voz le dice a mi oído
y otros labios le hablan en sueños
del adiós que es un vuelo,
preludio de letanía nocturna y sutil
que ni a mi boca le consuela.

Amo el ritmo sideral de cada paso,
la huella brotando al compás de un verso
y el trapecio encaminado de tu voz
cuando resuena el latido del silencio.

Mónica López Bordón -Las Palmas de Gran Canaria//Alcalá de Henares-
Publicado en la Biblioteca


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