viernes, 26 de julio de 2013

EL SECRETO DEL ARCÁNGEL SESTEBEL

Los hebreos solo reconocen a uno.
Los protestantes admiten la existencia de dos, que se amplían hasta siete en el culto católico. En el islam su número es de diez. Pero ninguna de estas religiones menciona el nombre de uno de esos arcángeles, Sestebel.
Tuve conocimiento de su existencia mediante un pergamino que llegó a mis manos de una forma excepcional: alguien lo dejó sobre mi mesa de trabajo en unas excavaciones cercanas al Mar Muerto. Comprobé que era auténtico, de una antigüedad de más de cuatro mil años, y escrito en arameo. El
manuscrito explicaba que ese arcángel había sido omitido de las antiguas escrituras e, igualmente, su presencia fue borrada en los nuevos libros, porque su pecado era tan terrible que fue condenado al olvido eterno. Tal idea me era incomprensible, dado que en todos los libros sagrados se hacía referencia a pecados abominables, por lo que el delito de ese arcángel debió ser enorme.
Tanta como para que su mera existencia fuese negada por todo el mundo.
Hace dos días me llegó de la misma manera que el anterior otro pergamino que especificaba el pecado de Sestebel.
Aquí se aclara que Sestebel descubrió que Jehová y Lucifer habían llegado a un pacto secreto, en el que se repartían la influencia y el poder sobre la humanidad. Ambos, inmersos en el hastío de la eternidad y el poder omnímodo, utilizaban a los hombres en su provecho, como piezas de un ajedrez enorme e inacabable. Pero Sestebel fue descubierto y castigado. Lo condenaron a vivir y sufrir eternamente entre los hombres. Además, y para acrecentarle el castigo, hicieron que olvidase todo lo que conocía, incluso su condición divina, y que solo de vez en cuando recuperara brevemente la memoria para saber la verdad de toda la existencia.
Hoy, he vuelto a saber esa verdad, porque yo he sido quien me ha enviado estos pergaminos, y soy yo ese arcángel caído, Sestebel. Y también sé que en breve volveré a perder la memoria y seguiré sufriendo entre los hombres, como parte del juego interminable entre Jehová y su hijo predilecto, Lucifer.

Francisco José Segovia Ramos (España)
Publicado en la revista digital Minatura 124

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