domingo, 30 de junio de 2013

UNA NOCHE CUALQUIERA

Cuando rompí de un cabezazo el espejo del cuarto baño del bar, el compañero de trabajo más repugnante dejó escapar bilis por su barbilla.

Golpeé con las uñas el eskay del taburete de la barra, todas me lanzaban besos con el cuenco de sus manos.

La música de jazz era tan incomprensible como a las cinco de la mañana, me lavé bien el cuello, los glúteos, las uñas retorcidas de mis meñiques.

Tocaba huir, el bar empezaba a ser un caimán con dientes de estaño, ellas, supieron que mi cuerpo clavaría gotas de sudor en el asfalto.

Me marché, los límites de la noche me multaron y trocearon mi Carnet de conducir mientras miraba el culo a mi mejor amiga.

Las noches no son iguales preguntaba mientras iba de camino a casa sorteando los charcos de los cristales rotos de los demás.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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