(frag.)
—Sobra tiempo para dejar de rechinar,
para olvidar los temores, para dejarse vivir.
—A pesar de las arenas que caen de las manos,
no hay entre los dedos más que fantasmas.
Si late el corazón
los días que restan se ahogan de alegría.
—Ignorar el proyecto
es formar parte del espanto,
es deseo de ausencia, rechazo de ya.
...
Cuando los bosques en tierras aún indecibles
no imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
con todos los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
de un único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
el escriba ya era parte de un recuerdo
en la materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
y el cuarto oscuro de la ciencia.
Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
el músculo partido
por la simple disolución de la franqueza.
Y gimió.
Del libro “El color con que atardece” de RICARDO RUBIO
Publicado en revistaislanegra.fullblog
No hay comentarios:
Publicar un comentario