La vida es el examen que uno está dispuesto a rendir
amén del tiempo que la sapiencia concurra generosa.
No hay legado en las huellas que se surcan trémulas
cuando el polvo de la desidia borrará nuestros pasos.
Hoy… en el presente que me encuentra ensimismado
abrazo cada instante grabado en la enseñanza pétrea.
Agradezco al dolor acérrimo que en la tristeza cruenta
heredó en mis adentros el noviciado de la experiencia.
Aprendí que los errores no son condena sino salidas
de los laberintos lóbregos en la prisión de los yerros.
Repasé mis adentros en el reflejo de mi propia alma
hasta descubrirme y saber que aún falta recorrerme.
Aprendí que un camino sin espinas no lleva a destino
y que un rosedal marchito fue beldad en otros tiempos.
Descubrí que los recuerdos no renacen en los ahoras
es solo un espectro manando de los pretéritos yermos.
Aprendí que para lograr querer uno debe quererse
y entender el valor de la esencia es salir del abismo.
Avizoré que el albur no fue trazado en mis páginas
pues mi pluma yace ávida de dibujar mis mañanas.
Aprendí que las tormentas pueden parecer eternas
solo depende de uno contemplar los firmamentos.
Descubrí que la certeza muere en la duda impuesta
de que nada es perfecto y todo es falible como uno.
Aprendí que el silencio es tortura pero también amigo
abrazando la soledad que hostiga empero encuentra.
Avizoré las noches de mis dolencias ya adormecidas
para entender que detrás de una lágrima nace el alba.
Aprendí las instrucciones que me transfiere el hado
de que la mejor lección es equivocarse uno mismo
que somos acordes de nuestras mejores sinfonías.
Aprendí a aprender… en este largo APRENDIZAJE.
Diego López (Argentina)
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