Es cada cónyuge feliz atleta
tras el pistoletazo de salida,
mas en la áspera pista de la vida
rara vez logra coronar la meta.
Se le agotan las fuerzas, se le agrieta
la voluntad, y con la fe perdida,
ve al consorte, cortado a su medida,
como extraño detrás de una careta.
El estado feliz del optimista
tórnase ambiguo, luego derrotista,
y un muro lentamente los divide.
Y ambos arrastrarán su desventura,
o alguien opte tal vez por la ruptura
que adormecida en cada unión reside.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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