Lumbres en las arenas de los suburbios
Hermética piel calentada de candiles.
Silencio en la madrugada... y olvido.
Eclipse de tinieblas y estrellas azules.
Terror insepulto.
Miedo de invasores cuchillos.
Acurrucados en caderas yermas
Con impacientes gemidos.
Que salen de muñones de cansancio.
Entre los arbustos, una madre mece
La extensión de su inocencia.
Es mujer de calostros
De senos agrietados
Que descansa en la sombra
Con un rocío perlado.
Anónimos pastores con sus yeguas
Llevan ganado al redil,
Sus figuras en la noche son asombro
Y al bebé despiertan.
Para comer, acampan cerca,
Y de su fuego llegan fragantes apetencias.
La mujer, duro esqueleto, forma con sus brazos
Cuna de agonías en la noche de este reino carcomido.
Cantando una nana
Entre susurros furtivos.
Porque acompañan, a los pastores, perros
De fauces altivas y fétidos colmillos.
Y producen en ella insomnios despiadados
Y de odio sudoroso encarnizados racimos.
La comitiva reanuda su camino.
Y el horizonte agreste, ve una vez más la escena,
Repetida mil veces, a lomos de los siglos.
Pedro Jesús Cortés Zafra -Málaga-
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