Laertes, querido padre:
Le envío esta carta con mi mensajero personal, quien seguramente llegará antes que yo.
La guerra de Troya ha concluido, con esta misiva también se anoticiará de nuestra victoria. Ya le narrarán los que regresen, los nuevos métodos y las originales estrategias que utilizamos; estoy seguro de que mucho se hablará al respecto y por un tiempo prolongado.
Demoraré mi retorno, padre. Gracias a Zeus, diez años he invertido en esta lucha, excusa que me ha sido concedida para no volver a enfrentar mis deberes de esposo. Usted conoce sobradamente las penurias domésticas y querrá para su hijo otro destino.
Me tomaré otros diez años para mi viaje de vuelta. Ya he estudiado el itinerario: Cicones, Lotófagos, quizás haga alguna escala en la Isla de los Cíclopes, también Circe y, sin duda, visitaré la Isla de las Sirenas; me intrigan esas criaturas.
Este hijo suyo le ruega ayuda, por su salud espiritual. A través de mi mensajero, me he anoticiado de que mi esposa aduce estar tejiendo una prenda para esperar mi llegada. El favor que le solicito es que usted, Padre, intervenga en la producción de hilados de Ítaca y reinos aledaños. Puede utilizar sus influencias para impedir la provisión de hebras, hilos, lanas, fibras de cualquier tipo. Quizás hasta podría contratar alguna cuadrilla que saquee y extermine el ganado ovino. Con esto bastará, aunque estoy seguro de que mi mujer, en su orgullo, se justificará diciendo que en realidad, desteje durante las noches. Ya conocemos su tozudez y ese capricho incomprensible de esperarme, inútilmente.
Espero el éxito de esta otra batalla, Padre mío.
Nos encontraremos a mi regreso.
Un abrazo de su hijo que lo venera
Giselle Aronson -Argentina-
Publicando en la revista Ficciones Argentinas
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