viernes, 3 de mayo de 2013
EN BUSCA DEL HIJO DEL HOMBRE
Dónde estás tú, el Otro que imagino,
Domador de leones, pastor empecinado,
Adversario del odio, emulador de mago.
En qué pliegue del tiempo te quedaste
Qué dimensión te alberga
Qué borrasca te borra de la tierra
Quién te quitó el escudo y la sonrisa,
El blasón del orgullo, el testudo, pelta y parma
Del pecho roto
Te busqué en mi América Latina, entre mayas y aztecas
De Guatemala al Norte y al Sudeste
Te busqué en el desierto de Atacama, en el Valle del
Elqui
Y en mi casa.
He gastado pies y alma en el camino.
He subido y bajado las montañas
Recorrido los ríos tumultuosos,
Las City’s con sus gentes y sus bares, los cines, las
tabernas.
En Central Park hablé con los juglares
Con los predicadores, los hipnotizadores
Los borrachos.
De todo vagabundo me hice amiga,
Y amiga de mujeres de la calle.
Nadie supo decirme dónde estabas.
Pero todos sabían y callaban.
Me enteré, por astucia. Por porfía,
Que también te buscaban.
II
Las taxis con sus techos amarillos
Las taxis con sus techos de ajedrez
El abultado escorzo de la Estatua
Sólo anhelaba otear tu campanario.
Luchador tesonero y vehemente
Arrimador de gentes, escudero.
Eco en la noche, silencio en la campana
Musgo en la piedra, nube en la ensenada
¿Cómo fue que vestías aquél día cuando la multitud te
desnudaba?
¿En qué esquina del viento, arrasado, vencido, te
ocultabas?
III
Los altos rascacielos
Las vitrinas ociosas de la pompa
El neón, su racimo de colores
El tumulto, la gente solitaria
La gente triste
La triste caravana
Deambulando en virtuales avenidas
Donde obscuros deseos la acorralan
Todo al unísono, vida y muerte confundidos
En la visión fractal de la opulencia que al amor hizo
trizas
Lanzando al vuelo sus astillas, atravesando pechos,
manos, ojos
El amor hecho trizas
IV
Las fuentes se quedaron detenidas en cristales de formas
caprichosas
Los ascensores deshicieron su camino
Los faroles, sus párpados cerrados,
Se robaron las sombras de los cuerpos
Las sirenas ahogaron su garganta
Y entonces,
Fue el silencio, La noche ya sin hora
El hombre nuevo, El que eras tú y no eras
Se despereza al fin Amanecido
Y un canto nuevo inaugura la aurora.
La esperanza perdida sueña un nuevo Mañana.
María Eugenia Fontecilla Camps
Publicado en la revista LetrasTRL 55
No hay comentarios:
Publicar un comentario