El otoño desciende como un pájaro,
con sus doradas plumas,
y se posa en la tierra,
y las hojas, desnudas, seducidas
por el aire o la música
bailan en remolinos
hasta alcanzar la voz del agua.
Y la naturaleza se disfraza con sus mejores túnicas,
bordando sobre el cobre
los colores que guardan
la memoria del fuego,
para engañar al frío.
Y de nuevo la vida,
como una madre, espera.
Milagros L. Salvador -Madrid-
Publicado en la revista Oriflama 21
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