martes, 2 de abril de 2013
LA CARTA PROMETIDA
Quise abrazar tu nombre con el mío…
Entregarte el calor que rechazabas de la vida
Que te circundaba y amaba
Con luces de planetas presentidos
Y rosarios de niños y canciones.
Y quizá pensaste:
Este es otro justo en busca de refugio.
Habías vivido un cuadro de indigencias
En altas nubes ahítas de hambre y frío…
Y, no obstante,
A cuantos atravesaron tus párpados
Les diste luz, colores, abrigo y comida.
Y Ahora aquellos,
Envueltos en símbolos de amor y poesía,
Te envían un legajo de letras
Escrito en horas solitarias,
Manuscritas por duendes misteriosos.
En sus palabras gravitan
La certeza del hombre y su consciencia.
Son solo voces entretejidas.
Callejas tenebrosas,
Gritos perdidos en los estercoleros
De alguna absurda sociedad de necios
Que admira el arte entre los lodazales
De su propia ignominia…
Y adopta poses...
Solo poses que pretenden forjar,
En los pútridos lupanares de sus aires privados,
Supuestas creaciones trascendentes.
Bueno, camarada:
Nada serio.
Nada indispensable.
Quizá deba contarte
Que ya colocaron
Un perol en Marte, o en Mercurio,
Algún otro circunda al sol
Para justipreciar el calor de la vida,
Subieron las acciones en las bolsas mundiales.
Alguno que otro ganó un premio Nobel
Y la vida sigue su curso inalterable.
¿Algo importante?
Quizá un abrazo cálido a algún desconocido
Que transita ajeno al universo
Por las veredas de la soledad.
Contactos estelares,
Fusión de poros y calores.
Mientras, los mandriles absurdos
Atavían a los niños con trajes de guerra
Para el aquelarre de los nacionalismos infaustos.
Tú universalizas lo existente
Con tus cuadros remotos
Allá por la memoria
Donde guardo tu cara, tu sonrisa,
Tu bondad de monje loco.
En fin, cámara…
Esta carta es solo un abrazo, fraternal y sincero.
Nada más.
Esta mañana sostuve en las manos la tela aquella
¿Recuerdas?
Donde me pintaste;
Y regalaste en mi trigésimo cumpleaños.
Claro, aún no te habías rendido.
Y seguías vivo en medio de tus botellas vacías,
Con las manos llenas de pintura
Y comiendo frugalmente
Como corresponde a los sabios.
Desde el marco la pintura miraba
Con ojos guerrilleros:
La boina sobre mi frente,
Caída de medio lado,
El rostro flotante sobre un morado ínfimo;
Y un arcoíris alrededor del rostro.
Y la dedicatoria que escribiste, hermano:
“Eres ala caída de un pájaro herido
Que sueña con trinares y colores.
Recién advienes de la niebla
Y quieres seguir en la lucha..!
Total, mí añorado pintor de luciérnagas espectrales,
Combatiente invencible en la magia
Y señor de la pobreza…
Maestro del hambre y el abandono.
Esta carta es la promesa cumplida,
Un poco tarde.
El momento vendrá.
Volveremos a unirnos en algún sitio
Donde los colores constituyan nuestro entorno;
Y el amor por la gente brote de un surtidor infinito
Que derrame tus voces, tus cromos, a la tierra.
Mientras, cámara,
Queda tuyo y aun alardeando vida,
Este anciano poeta titiritero.
Aventando canciones a los indiferentes.
Y poemas.
Música y métrica, solo a veces.
Con las medidas que demandan al arcano inmutable
Las pinceladas y locuras de tu genio inmortal.
Y este salobre líquido que moja mi rostro,
Bañándolo con tu recuerdo, camarada…
Es llanto.
Eleazar Espinoza Hernández.(República Bolivariana de Venezuela)
Publicado en la revista La Urraka 32
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