Adoro los sábados por la mañana, tan alegres como los niños que juegan en la plaza, libres de colegios.Recuerdo los rayitos del sol que, entrando por la ventana, salpicaban de blanco el delantal que mamá siempre llevaba.
El olor del café recién hecho y la calidez de su mirada flotando junto al humo calentito sobre las tostadas.
Me gustaban los silencios de papá entre sus montones de libros y sus viejas zapatillas a cuadros frente a la chimenea.
Las flores que sonreían en el jardín junto al ciruelo, el único que aún permanece aquí, en mi nueva mañana.
Sus hojas me saludan con brisas coloreadas, y yo me tiendo a su sombra como se extienden las horas, entre globos de colores, por los años de mi infancia.
Sólo hay algo que no cambia: la risa de las flores que contagian mi alma cuando el sol vuelve a salir los sábados por la mañana.
Carmen Marín
Publicado en el facebook de Isabel de Rueda Rubiales
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