Adoro a las gatitas muy jóvenes
que nada saben de la vida
y pretenden ser muy intrépidas
unas ases por las avenidas del aire,
y también a esas gatas regordetas
que todo lo saben
porque consiguieron una vieja chocha
despeinada, desdentada y desaseada
que mientras les llena el plato
alucina que la raptó un faraón
y reina en un palacio bajo el río Nilo….
Yo, estiro mis orejas y escucho
suavemente les digo que sí a todo
y poseído por la luna, salvaje
me las garcho sobre los tejados
galopando mi propia demencia
aullando locuras de loco.
Del libro Un gato negro en Paris de
Leonardo Morgan
Publicado en la revista Nevando en Guinea 31
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